viernes, 24 de marzo de 2017

Qué hacer cuando eres envidiado

La envidia es un sentimiento doloroso para quien lo padece, pero también puede acarrear consecuencias negativas a quien es objeto del mismo. Se trata, sin duda, de un mal destructivo que, cuanto más lejos se tenga, tanto mejor. Todas las personas podemos sentir envidia en ocasiones, pero no todos la sentimos en el mismo grado ni nos comportamos igual al sentirla. Deshacerse de ese sentimiento pasa por fortalecer la autoestima.
¿Pero qué pasa cuando somos nosotros los envidiados? Sobre eso no tenemos control ni responsabilidad alguna.


¿Se puede evitar ser envidiado?

No, no se puede. Por muy desapercibido que quien sea intente pasar por el mundo, suscitará envidias. Su familia, su casa, su trabajo, su perro, el color de sus ojos… Cualquier circunstancia o rasgo propio puede ser objeto de envidia por alguien que desee tenerlo. Y, cuanto más se relacione una persona, las probabilidades de suscitar envidias también aumentan.
Mira qué bien. Ya tenemos un problema menos: La envidia es algo que siempre estará ahí. No hay ni que planteárselo.
En el mejor de los casos, no nos daremos cuenta de que nos envidian. Entonces no hay nada de lo que preocuparse; con estar pendiente cada quien de su propia vida, basta. Pero, ¿y si uno se da cuenta de que alguien lo envidia?

Cómo detectar la envidia
Es fácil detectar la envidia cuando se produce un daño evidente: mentiras flagrantes, descalificaciones, humillaciones y, en general, todo tipo de actos que se cometen contra nosotros o contra las personas que queremos. La envidia puede desembocar en acciones crueles y egoístas de una enorme magnitud. Por el contrario, en algunas ocasiones detectar la envidia es difícil, porque a veces uno puede atribuir ciertas actitudes o comentarios a la supuesta envidia de alguien y estar equivocado. Del mismo modo, se puede pensar que el comportamiento de alguien es bienintencionado, cuando sí nace de la envidia. Por lo tanto, si la envidia no es notoria y evidente, es útil que observemos si se repite ese comportamiento.
En el caso de que detectemos una “envidia blanca“, de parte de alguien que no pretende hacernos ningún daño, lo que más compensa es seguir con nuestra vida como si tal cosa. El problema lo tiene quien envidia.
Sin embargo, si observamos que la persona envidiosa puede actuar en nuestra contra, conviene que tomemos algunas medidas para protegernos.

Qué hacer con la persona envidiosa

Cuando la persona que nos envidia forma parte de nuestro círculo cercano de familia o amigos, es más complicado. No sirve de nada confrontar al envidioso, alegando que se comporta de tal manera a consecuencia de su envidia, porque lo más probable es que niegue que es así.
La actitud más conveniente es mostrar indiferencia hacia sus comentarios y reafirmar nuestras opiniones, decisiones o lo que sea atacado; sentirnos orgullosos de nosotros y no dejar que penetre esa maleza en nuestra autoestima. 

Recalco: No permitir que nos cale.


Si nos envidia alguien con quien no tenemos mucha relación, el asunto es más sencillo. El envidioso necesita información para hacer daño. Por lo tanto, que tenga la menos posible. Cuanto más distancia establezcamos, mejor. Que corra el aire…

¿Y tú? ¿Cómo te defiendes del mal de la envidia?




lunes, 2 de enero de 2017

50 MIL MIEMBROS


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EL ESCORPIÓN Y LA TORTUGA


–Tortuga, ¡ven por favor!
–¿Qué quieres de mí, escorpión?
–Pequeña tortuga, tengo una urgencia y debo cruzar hacia el otro lado del río, ¿serías tan amable de llevarme sobre tu lomo?
–No puedo, eres un escorpión y en cuanto me acerque a ti me picarás y moriré.
–En verdad necesito cruzar al otro lado y no tengo tiempo para rodear el río; es una pena que no me quieras ayudar sólo por que soy un escorpión, yo no tengo la culpa de ser lo que soy.
–Lo siento mucho, pero no puedo ayudarte o me matarías.
–Por favor espera, te propongo lo siguiente. Acércate a la orilla del río y yo subiré a tu lomo mediante un salto, de ese modo estarás segura. Además, si yo te pico nos hundiríamos los dos, si tu mueres yo moriría también.
La tortuga lo pensó una y otra vez, hasta que la explicación del escorpión la convenció de ayudarlo.
–Está bien, te llevaré al otro lado.
Justo cuando cruzaban sobre la mitad del río ella sintió un pinchazo en el cuello y mientras todo su cuerpo se adormecía alcanzó a preguntar:
–¿Qué pasó? ¿Por qué lo hiciste?
–Lo siento, no pude evitarlo, está en mi naturaleza…

Esopo