sábado, 2 de enero de 2010

Afirmar su valía




La primera forma de afrontar el problema de la valía es echarlo por la ventana. Aceptar que la valía de una persona es un concepto abstracto que, al ser examinado, resulta tener una base extremadamente frágil en realidad. No es más que otra etiqueta global. Todos los criterios resultan ser subjetivos, culturalmente variables y lesivos para su autoestima.

La idea de identificar un estándar universal de valía es una ilusión tentadora, pero usted y todo el mundo está mejor sin ella. Es imposible determinar la verdadera valía de una persona.

La segunda forma de afrontar el problema de la valía es constatar que hay una valía, pero que está igualmente distribuida y es inmutable. Todo el mundo al nacer tiene una valía unitaria, absolutamente igual a la valía unitaria de todos los demás. Le suceda lo que le suceda en la vida, haga lo que haga o le hagan lo que le hagan, su valía humana no puede aumentar ni disminuir. Nadie vale más o menos que nadie más.

Es interesante señalar que estas dos opciones son funcionalmente equivalentes. Ambas le liberan de tener que vivir comparándose con los demás y de hacer constantes juicios de valor sobre su valía relativa.

Por supuesto, estas dos primeras opciones son esencialmente diferentes. La primera es una especie de agnosticismo práctico: Una persona puede «valer» o no más que otra, pero este juicio es desesperadamente difícil y peligroso, y usted se niega a hacerlo.

La segunda opción está más en línea con la enseñanza religiosa occidental tradicional, y determina un «sentimiento» reconfortante e inefable acerca de la valía intrínseca de la persona, de su carácter especial, más afín a los ángeles que a los animales. Al efecto de fomentar la autoestima, usted puede optar por cualquiera de ambas opciones y triunfar.

La tercera opción es diferente de las dos primeras sin negar a ninguna de las dos. En esta opción usted reconoce su propia experiencia interior de valía humana. Recuerde una época en la que se sintió bien consigo mismo, en que su valía humana parecía real y usted tenía una buena dosis de ella. Recuerde el sentimiento de estar bien, con todas sus faltas y fracasos, a pesar de las opiniones de los demás. Usted puede haber vislumbrado sólo esta emoción en su vida. En este momento puede estar totalmente desvinculado de ese sentimiento de valía personal. Puede tener sólo el lejano y borroso recuerdo intelectual de que una vez se sintió bien consigo mismo.

Lo esencial es admitir que tiene una valía personal, según evidencia su propia experiencia interior, por breve y ocasional que haya sido. Su valía es como el sol, que siempre brilla, aun cuando esté nublado y no pueda verse. No puede sustraerse a su resplandor, sólo puede permanecer en la sombra dejando que su crítica patológica le llene de nubes de confusión o reptando bajo las catacumbas de la depresión.

John, el auditor de banca, pudo contactar con su sentimiento de valía recordando a una vecina que tuvo a los doce años. Era una señora mayor llamada Ackerson que vivía en la puerta contigua. A menudo miraba los trabajos y dibujos de John cuando su madre y su padre no tenían tiempo o no los recibían con elogios. La señora Ackerson tenía siempre un gran entusiasmo por sus creaciones, diciéndole que era muy listo y que llegaría lejos. John recordaba el orgullo que sentía, y su sentimiento de confianza ante el futuro. A veces John podía remontarse al recuerdo de la señora Ackerson y recuperar sus iniciales sentimientos de orgullo y competencia.

La cuarta forma de afrontar el problema de la valía es realizar una buena contemplación de sí mismo a través de la lente de la compasión. La compasión le expresa la esencia de su carácter de ser humano.

¿Qué entiende acerca de sí mismo?

En primer lugar, usted vive en un mundo en el que debe luchar constantemente para satisfacer las necesidades básicas, o de lo contrario perecería. Usted debe hallar alimento, vivienda, apoyo emocional, reposo y ocio. Casi toda su energía se aplica a estas áreas básicas de necesidades. Usted hace lo que puede, dados sus recursos. Pero las estrategias disponibles que tiene para satisfacer sus necesidades están limitadas por lo que usted sabe e ignora, por su condicionamiento, su constitución emocional, el grado de apoyo que recibe de los demás, su salud, su sensibilidad al dolor y al placer, etc. Y a través de toda esta lucha para sobrevivir es usted consciente de que sus facultades físicas e intelectuales han de deteriorarse inevitablemente, y de que, a pesar de todos sus esfuerzos, habrá de morir un día.

En el curso de su lucha usted comete muchos errores, que reciben una penosa recompensa. A menudo siente miedo, tanto ante peligros reales como de los que dimanan de una vida sin garantías, en la que la pérdida y el daño pueden azotarle en cualquier momento. También hay muchos tipos de dolor, y a pesar de todo usted sigue, buscando todo el sustento físico y emocional que puede.

Esto último es esencial: usted sigue. Frente a todo el dolor, pasado y futuro, usted sigue luchando. Planea, resiste, decide. Sigue viviendo y sintiendo. Si usted deja proliferar este conocimiento, si se deja sentir realmente la lucha, puede empezar a vislumbrar su valía real. Es la fuerza, la energía vital que le impulsa a esforzarse. El grado de éxito es irrelevante. También es irrelevante su aspecto, o el grado de alimento físico o psicológico que tenga. Lo único que cuenta es el esfuerzo. Y la fuente de su valía es el esfuerzo.

Tras la comprensión viene la aceptación. Nada de lo que uno hace en el empeño por sobrevivir es malo. Los diferentes enfoques son más o menos efectivos, dolorosos o no dolorosos. A pesar de sus errores, está usted haciendo una buena tarea, porque es la mejor que usted puede hacer. Sus errores y el dolor que sigue a cada uno de ellos le enseñan.

Es posible aceptar todo lo que hace sin valoración porque durante toda su vida está usted implicado en una lucha irrehuible.

Usted puede perdonar y dejar pasar sus fracasos y errores porque ya ha pagado por ellos. Por nuestra propia constitución, no siempre conocemos el mejor camino, e incluso conociéndolo, podemos no tener los recursos necesarios para seguirlo. Su valía, pues, es que usted nació en este lugar. Y que puede seguir viviendo ahí a pesar de la enorme dificultad de la lucha.




AUTOESTIMA Evaluación y Mejora Pág 86-88, Aut. Matthew McKay y Patrick Fanning de. Martinez Roca


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1 comentario:

IGNACIO dijo...

Hola que tal, excelente artículo sobre la valía humana que a veces solemos olvidar que es sigual en cualquier ser humano.

Ahora, mi pregunta sería: ¿La valía humana es sinónimo de Autoestima? porque veo que el texto es un extracto del libro "Autoestima, Evaluación y mejora".
Gracias