Era una fría mañana invernal. En el aparcamiento del centro comercial se podía ver la nieve recién caída que el viento había amontonado, formando unos cerros desiguales. Aparqué mi automóvil y me dirigí hacia la acera, la única salida en la que se habían eliminado los montones de nieve.
¡Pero había un automóvil estacionado justamente delante del camino que había abierto por medio de palas! Tuve que rodear el vehículo y hundirme hasta las rodillas en al nieve para poder alcanzar la acera.
- ¡Qué desconsiderada llega a ser la gente!
Las palabras cruzaron por mi mente junto con otras que no puedo reproducir. Al llegar a la entrada del centro comercial, peteé con los pies para sacudirme la nieve de los pantalones y me volví para dirigir una enfurecida mirada al vehículo.
Allí, avanzando trabajosamente por la acera había una dama con muletas en ambos brazos y las piernas encerradas en unos aparatos ortopédicos. Poco a poco, muy poco a poco, avanzó por el resbaladizo camino, llegó hasta el automóvil que bloqueaba la acera, se acomodó en el asiento frontal y se alejó.
Permanecí de pie un instante, avergonzándome de mis pensamientos. Como es lógico, mi cólera e irritación se desvanecieron como la nieve que había sacudido de los pantalones momentos antes.
En pocos segundos, había cambiado de parecer. Pero, ¿cuál había sido la causa del cambio? La situación era la misma. El automóvil estaba bloqueando todavía la acera; era necesario vadear todavía los montones de nieve. La única variación se había producido en mi actitud en relación con la situación.
Había visto a la mujer en su apurada situación. ¡Súbitamente lo había comprendido!
Y, al producirse un cambio hacia una actitud más comprensiva, la cólera y la opinión negativa se desvanecieron.
¡Ahí lo tiene usted! ¡El ingrediente absolutamente indispensable para llevarse bien con los demás es la comprensión! Las relaciones humanas se extravían cuando no hay comprensión. Se empiezan a producir diferencias, cólera, frustración, conflictos y separaciones cuando falla la comprensión.
¡Pero había un automóvil estacionado justamente delante del camino que había abierto por medio de palas! Tuve que rodear el vehículo y hundirme hasta las rodillas en al nieve para poder alcanzar la acera.
- ¡Qué desconsiderada llega a ser la gente!
Las palabras cruzaron por mi mente junto con otras que no puedo reproducir. Al llegar a la entrada del centro comercial, peteé con los pies para sacudirme la nieve de los pantalones y me volví para dirigir una enfurecida mirada al vehículo.
Allí, avanzando trabajosamente por la acera había una dama con muletas en ambos brazos y las piernas encerradas en unos aparatos ortopédicos. Poco a poco, muy poco a poco, avanzó por el resbaladizo camino, llegó hasta el automóvil que bloqueaba la acera, se acomodó en el asiento frontal y se alejó.
Permanecí de pie un instante, avergonzándome de mis pensamientos. Como es lógico, mi cólera e irritación se desvanecieron como la nieve que había sacudido de los pantalones momentos antes.
En pocos segundos, había cambiado de parecer. Pero, ¿cuál había sido la causa del cambio? La situación era la misma. El automóvil estaba bloqueando todavía la acera; era necesario vadear todavía los montones de nieve. La única variación se había producido en mi actitud en relación con la situación.
Había visto a la mujer en su apurada situación. ¡Súbitamente lo había comprendido!
Y, al producirse un cambio hacia una actitud más comprensiva, la cólera y la opinión negativa se desvanecieron.
¡Ahí lo tiene usted! ¡El ingrediente absolutamente indispensable para llevarse bien con los demás es la comprensión! Las relaciones humanas se extravían cuando no hay comprensión. Se empiezan a producir diferencias, cólera, frustración, conflictos y separaciones cuando falla la comprensión.
FRAGMENTO DEL LIBRO: “COMO HACER QUE LA GENTE HAGA COSAS” pág: 75-76/ AUTOR: ROBERT CONKLIN / EDIT. MITOS
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